Desde la antigüedad, la palabra "esclavo" ha sido asociada al abuso, dolor y muerte. De hecho, la historia de muchas naciones, nos muestra como la esclavitud formaba parte de la sociedad y de los abusos cometidos contra aquellos que eran considerados como despreciables o inferiores.
Había diversas maneras de adquirir esclavos:
- Haciéndoles prisioneros durante las guerras.
- Por compra a un marchante de esclavos
- Por nacimiento en la casa del amo.
- En virtud del sistema de compensación: el ladrón incapaz de restituir lo que había robado era vendido como esclavo.
En el tiempo de los apóstoles, aún existía la esclavitud. El escritor Rowan Williams dice: "En la sociedad greco-romana, el esclavo no tenía derecho a movilizarse o viajar. El esclavo únicamente podía viajar en compañía de su amo. Un esclavo no podía casarse, a menos que su amo lo permitiera. El cuerpo del esclavo, hombre o mujer, estaba enteramente a la disposición de los intereses sexuales de su amo o ama"
En este contexto, resulta interesante que los apostoles se llamarán a sí mismos "doulos" (esclavos) de Cristo. La palabra griega "doulos", es traducida como "siervo" en la mayoría de versiones, sin embargo, su uso es para "esclavo".
El apóstol Pablo al saludar a las Iglesias se identifica de la siguiente manera:
"Pablo, siervo [esclavo] de Jesucristo"
También el apóstol Pedro en su segunda carta, saluda:
"Simón Pedro, siervo [esclavo]"
Judas, en su epístola universal se presenta y dice:
"Judas, siervo [esclavo] de Jesucristo"
Los apóstoles y aquellos que seguimos a Jesucristo, hacemos uso de ésta palabra en un sentido metafórico.
Decir que somos esclavos de Jesucristo, significa que hemos rendido totalmente nuestras vidas a la voluntad del Señor.
Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo. (Gálatas 1:10)
Por lo tanto, ser esclavos de Jesucristo, implica hacer lo que Él dice que hagamos, ir a donde Él nos envía, no hacer lo que nos prohíbe, no cuestionar sus preceptos, no oponernos a su voluntad. Él demanda sumisión y amor de nuestra parte. Él nos ha libertado de un amo terrible, ahora estamos en su reino y bajo sus leyes.
Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1 Corintios 6:20 LBLA)
Ser esclavos de Jesucristo, implica también que no podemos servir a dos señores. No podemos servirlo a Él y servir a nuestro ego, o al mundo. Hemos sido comprados por Él, le pertenecemos, somos suyos y Él espera nuestra entrega diaria.