Esta semana leía el libro de Lee Strobel, titulado “En
defensa de Jesús”, en el cual, aborda desafíos serios que el cristianismo ha
enfrentado en las últimas décadas. Pues bien, en el primer desafío, titulado
“«Los eruditos están sacando a la luz un Jesús radicalmente distinto, a partir
de documentos antiguos tan creíbles como los cuatro Evangelios»”, el autor nos
presenta una entrevista que realizó a Craig A. Evans.
Evans llegó a la Universidad Acadia en 2002 después de más
de veinte años de ejercer como profesor en la Universidad Trinity Western,
donde dirigía los programas de posgrado en estudios bíblicos y fundó el Dead
Sea Scrolls Institute [Instituto de los Rollos del Mar Muerto]. Se licenció en
Historia y Filosofía por el Claremont McKenna College, obtuvo una maestría en
Divinidades en el Western Baptist Seminary, y una maestría y doctorado en
Estudios Bíblicos en la Universidad Claremont, que también ha producido un buen
número de miembros del Seminario de Jesús. Además, ha sido profesor itinerante
del Princeton Theological Seminary.
En defensa de Jesús, por Lee Strobel |
En dicha entrevista Strobel y Evans, conversan sobre el
trasfondo de algunas expresiones neotestamentarias como “Hijo de Hombre” y
“Reino de Dios”. Pero entre toda esa interesante entrevista encontré esta sección:
“—En cierto modo —dije [Strobel narrando]—, parece que los eruditos compiten entre sí para ver quién es el más escéptico.
Evans suspiró.
—Sí, —dijo— es algo lamentable. No crea que esta sea la actitud apropiada para un estudioso. Si alguien dice: “Creo que algo es cierto”, el acercamiento correcto debería ser: “Perfecto, pero, ¿cuáles son tus razones? ¿Cuáles son las pruebas? ¿Cuáles son tus criterios?”. Así es como comenzó la iglesia primitiva. La afirmación de las mujeres en el sentido de que la tumba de Jesús estaba vacía no dio como resultado una inmediata respuesta de fe. Suscitó preguntas, investigación y exploración. Algunos discípulos corrieron al sepulcro para confirmar sus palabras. Y yo creo que, de manera similar, en lugar de expresar un escepticismo automático, los eruditos deben investigar las afirmaciones con una mente abierta.
»El problema, sin embargo, es que hay tanta gente haciendo doctorados, escribiendo tesinas, esforzándose por obtener una puesto permanente en las instituciones docentes, e intentando publicar sus trabajos, que hay una tendencia a forzar los hechos más allá de lo que estos permiten. Si alguien desea ser noticia, ya sabemos que las noticias han de ser novedades. Nadie se va a entusiasmar especialmente si decimos que el punto de vista tradicional de los Evangelios parece correcto.
»Pero si afirmamos algo escandaloso, que el cuerpo de Jesús fue devorado por una jauría de perros, por ejemplo, seguro que tenemos un titular asegurado. O si decimos que existe un evangelio tan válido como el de Mateo, Marcos, Lucas o Juan, pero que fue quitado de la circulación para salvaguardar los intereses de los primeros dirigentes cristianos, entonces tenemos una noticia atractiva.”
Esta sección de la entrevista, llamó mi atención y me llevo a algunas ideas:
1. Que los cristianos, debemos investigar, leer,
documentarnos, aprender y conocer nuestra fe. Si bien es cierto que el
conocimiento no es salvífico per se, es necesario reconocer que si no sabemos
el qué, no podremos realizar el cómo. Dicho de otro modo, si no conocemos la
historia del cristianismo, nuestras doctrinas fundamentales, etc., entonces nos
encontraremos aceptando o proclamando ideas que no son conforme al
cristianismo.
2. Por otro lado, me gustó lo que el Dr. Evans,
deja entrever. Que, si los artículos publicados por los estudiosos son escandalosos o
llamativos, entonces hay atención o tendencia por parte de muchos. Personalmente considero que ocurre lo mismo en
nuestros tiempos, surge alguien con una nueva idea –y como suena muy piadosa,
profunda y mística- son muchos los que corren a ver de qué se trata y profesar
dicha idea si es posible. Sin antes analizar o evaluar.
A la luz de estos dos riesgos,
necesitamos ser maduros en nuestra fe cristiana, primeramente, conociendo las
enseñanzas fundamentales. Esto no significa que tendremos que leer todos los
libros habidos y por haber, sino informarnos de lo fundamental, y
esencialmente de las Escrituras. Hacer esto, nos llevará a convicciones claras
que nos ayudarán a lidiar o dialogar con ideas nuevas que vayan surgiendo en el
desarrollo teológico.