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Cuando hablamos de trabajar y servir a Dios, parece que estamos hablando de dos cosas excluyentes. Muchos piensan que "servir a Dios en un empleo no es posible". Sin embargo, encontramos que nuestro servicio a Dios es posible aún dentro de nuestra jornada laboral porque Dios es Señor de la empresa o lugar donde trabajamos.

A.W. Tozer, escribió: 

"Nuestra dificultad es que tenemos una mente secular y una mente religiosa. Con la mente secular, hacemos la mayor parte de todo lo que hacemos, y luego dejamos una pequeña parte privada para lo que llamamos la mente religiosa. Con nuestra mente religiosa tratamos de servir al Señor lo mejor que podemos. Esto no funciona así. El cristiano no debería tener una mente secular, en absoluto. Si usted es cristiano, debería "buscar las cosas de arriba"; en usted no debería haber nada que fuera de una mente mundana. Algunos podrían preguntarse: "¿Cómo puedo seguir con mis estudios? ¿Cómo puedo hacer mis quehaceres domésticos? ¿Cómo puedo llevar a cabo mi negocio?". 
Usted puede continuar con su negocio, hacer sus quehaceres domésticos y seguir con sus estudios, y hacer de ellos una parte de su ofrenda a Dios al igual que lo hace con el dinero que ofrenda en la canasta o como cualquier otra cosa que le ofrece abierta y públicamente a Dios.
Una vida que es en parte secular, en parte espiritual, en parte de este mundo y en parte del mundo de arriba no es en absoluto lo que enseña el Nuevo Testamento. Como cristianos, podemos transformar uno de los empleos más desesperantes en maravillosas reuniones espirituales de oración, si simplemente se lo entregamos a Dios."[1]

Podemos (y deberíamos) utilizar nuestro trabajo para glorificar a Dios y tener comunión con Él. Que esto sea fácil nadie lo garantiza. Pero mediante la oración, podemos hacer de nuestro empleo una forma de acercarnos al Señor y que nos guíe.

Respecto a la oración y el trabajo, Bonhoeffer aporta lo siguiente:

"«Sale el hombre a sus labores, a su trabajo hasta la tarde» (Sal 104, 33). En la mayoría de los casos, los miembros de la familia se separan durante el tiempo de su trabajo. Orar y trabajar son dos realidades diferentes. Y si la oración no debe ser obstaculizada por el trabajo, tampoco debe serlo el trabajo por la oración.
La voluntad de Dios, que exige que el hombre trabaje seis días y descanse el séptimo para alegrarse en su presencia, exige también que cada día del cristiano esté marcado por el doble signo de la oración y el trabajo.
La oración exige su tiempo, pero las horas del día corresponden fundamentalmente al trabajo. Sólo dando a estas dos realidades su valor correspondiente, es posible descubrir su carácter indivisible. Sin el esfuerzo y el trabajo de la jornada, la oración no es oración, y sin la oración, el trabajo no es trabajo." [2]

Servir a Dios mediante nuestro empleo o cualquier cosa que hagamos, será en función de nuestra entrega y devoción a Él. Somos llamados a dar gloria a Dios y eso incluye nuestro trabajo


[1] Intenso, A. W. Tozer
[2] Vida en comunidad, Dietrich Bonhoeffer

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