Creo que muchos hemos escuchado esta frase: "Es que mi forma de ser, actuar o reaccionar es así y realmente no puedo hacer nada". Tristemente, esta frase es dicha por personas que profesan seguir a Cristo y que procuran agradar al Señor. Pero ¿realmente es esto cierto? ¿verdaderamente es así como debemos vivir, siendo algo que no queremos ser, aún siendo cristianos?
Un ejemplo, para comprender mejor:
Rick, es un hombre de 20 años, su padre es un hombre iracundo y soez. Rick, conoce el Evangelio, sin embargo muchas veces él, reacciona como su padre. La respuesta que Rick tiene, es que, al igual que su padre, él es iracundo y esa es su forma de ser y no puede hacer nada.
Realmente no podemos hacer nada.
Rick, al igual que muchos cristianos que luchan con su carácter, están en lo cierto. No pueden hacer nada. De hecho, todos los intentos que hagan por mejorarse a sí mismos tendrán un resultado temporal. No podemos cambiar nada de nosotros.
Actualmente, los libros más vendidos son los de autoayuda y PNL ¿por qué? porque las personas quieren cambiar, quieren ser mejores. Pero estos cambios, son sugestiones temporales. Necesitamos un poder exterior.
Siendo transformados por su gracia
Las Escrituras nos enseñan que, Dios envió a Su Hijo para rescatar lo que se había perdido. Y cuando Él nos tomó para Sí, Él empezó en nosotros una obra de gracia. Una obra que crece día a día. El Espíritu Santo y las Escrituras nos transforman diariamente. Lo que nosotros no podíamos hacer, Dios lo ha hecho para gloria de Su Nombre.
Rick, confía en Jesucristo como Salvador y Señor, y sabe que él ha sido rescatado de las tinieblas y del pecado. Pero Rick ha olvidado que también su ser interior (alma) ha sido vitalizada y renovada por el poder de Dios para vivir conforme a la voluntad de Dios.
Limitando la regeneración.
Dios nos ha vivificado, no para justificar nuestra forma de ser (pecado remanente) sino para luchar contra el pecado. La regeneración es un proceso que se dió y que continúa efectuándose en nosotros. Entonces, cuando pensamos de esta forma tan "conformista", estamos poniendo un límite a la obra regeneradora del Señor. Es como que si dijéramos que nuestros ancestros, o que el país donde vivimos, etc., son más poderosos que el Espíritu de Dios.
Sometamos nuestras vidas al Señor y dejemos de excusar nuestro pecado. Él es nuestra ayuda, aún para aquellos pecados que consideramos "naturales" o "genéticos"