Encuentran un demonio detrás de cada problema que enfrentan; la responsabilidad personal cede el paso a la influencia demoníaca y los actos de la carne se convierten en demonios a los que hay que exorcizar"*
El error grave es que ya no existe responsabilidad del pecado, ahora resulta que son los demonios que nos hacen pecar. "No soy yo, son ellos". Y vemos que esta idea, lleva a prácticas tales como:
Reprender y atar espíritus de enojo
Reprender y atar espíritus de obesidad
Reprender y atar espíritus de baja autoestima
Reprender y atar espíritus de hurto.
Y la lista -aunque parezca broma- se extiende a muchas más acciones y actitudes.
¿A qué nos lleva tal enseñanza? A desligarnos de la responsabilidad de mortificar (hacer morir) el pecado, a pensar que podemos estar gozando de Dios cuando hemos alojado al pecado en nuestro corazón.
"Sea cual fuere la profesión de vida religiosa que los hombres hagan, consta eternamente que “si vivimos conforme a la carne, moriremos,” y solamente “si por el Espíritu mortificamos las obras del cuerpo, viviremos” (Rom 8:13, y comp. Gálatas 6:7, 8; Efesios 5:6; Filipenses 3:18, 19; 1 Juan 3:7, 8).
- Jamieson, R., Fausset, A. R., & Brown, D.
*Comentario por Joel Beek