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Con el pasar de los años, muchas denominaciones han apartado su enfoque de lo que las Escrituras enseñan y han caído en ostentosas estrategias para llamar la atención de los inconversos, con el fin de que lleguen al conocimiento del Evangelio. Parece una buena intención sin embargo la historia demuestra que estas estrategias solamente apelan a las emociones, produciendo en los inconversos una experiencia pasajera, sin valor o sentido. 
Por lo tanto, el único método certificado es la predicación de la Palabra de Dios expuesta en el poder del Espíritu. 

El pastor Martyn Lloyd Jones, nos dice lo siguiente en cuanto a este asunto:

"El objetivo principal de la Iglesia no es educar al hombre, no es sanarle física o psicológicamente, no es hacer que sea feliz. Iré más lejos: no es ni siquiera volverlo bueno. Estás son cosas que acompañan a la salvación; y cuando la Iglesia lleva a cabo su verdadera tarea, está de paso educando a los hombres y dándoles conocimiento e información; les proporciona felicidad, los hace bueno y mejores de lo que era. Su principal propósito no es ninguno de esos; antes bien, es poner al hombre en la relación correcta con Dios, reconciliar al hombre con Dios" 

La tarea de la Iglesia es predicar el Evangelio de Jesucristo, al hacer esto, toca y cubre la necesidad esencial en el hombre. El hombre por naturaleza nace en pecado, ajeno a Dios, rebelde a Su voluntad, por lo tanto la Iglesia debe enseñar al hombre su condición, el llamado que Dios hace en Jesucristo (su encarnación, ministerio, muerte expiatoria, resurrección, ascensión y segunda venida). Si la Iglesia no hace esto y se dedica a actividades sociales o de entretenimiento, no está cumpliendo con su tarea, más bien esta siendo desobediente al mandato de Dios.

No faltarán los que digan que "la diversión, y otras estrategias" solamente son formas pero el fondo es el mimo, predicar el Evangelio. Pero ¿qué clase de evangelio? ¿qué clase de predicaciones? ¿será un evangelio centrado en el hombre, y carente de poder?. Esos son los asuntos que deberíamos reflexionar.

Debemos ayudar a los hombres en sus otras necesidades (físicas, emocionales y materiales) PERO la necesidad más grande es la espiritual, y está solamente puede ser suplida cuando la Iglesia cumple con su tarea: Predicar el evangelio.

 

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