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¡Mi herencia eres tú, Señor!
Prometo obedecer tus palabras.
De todo corazón busco tu rostro;
compadécete de mí conforme a tu promesa. (Sal. 119:57-58)


Cuántas veces nos sentimos sin saber hacia donde ir, ya que hay días en que parece que Dios ha fruncido el ceño contra nosotros. No se trata de que si hemos pecado. No se trata de si esto o aquello. Simplemente las cosas van de mal en peor.

Algunos le gritan al diablo, ordenando que no interrumpa sus actividades diarias. Otros, se castigan a si mismos. ¿Qué hacer cuando las cosas no van bien?

Podemos hacer 3 cosas:

- Recordar que Dios no ha salvado: Si. No importa lo que estemos pasando, El Señor nos ha escogido y redimido para alabanza de Su gloria. Él ha sido bueno, porque cuando eramos solamente pecado y maldad, Él vino a rescatarnos y a darnos una nueva vida.

- Recordar que Dios tiene la llave y el candado: El cierra y Él abre. Nadie puede ordenarle cuando abrir o cerrar. El es soberano. Él a veces permitirá que torrentes de buenas experiencias nos inunden, en otras permitirá que caminemos por el desierto cargando las mas agonizantes experiencias. ¿Es Dios malo o inestable emocionalmente, que un día quiere mi bien y otro no?

Claro que no. Dios es bueno por siempre y para siempre, sin embargo, Él nos pasa por experiencias díficiles para forjarnos, para limpiarnos y prepararnos para alabanza de Su gloria. No hay que temer. No hay porque blasfemar. Solo demos gracias.

- El Señor es nuestra porción: Dios es nuestro todo, nuestra herencia eterna. Todos podrán fallarte en alguna medida, pero no Él Señor, Él es un buen Padre. Y en Cristo Jesús, nosotros tenemos comunión con Él y Él con nosotros. Y no somos para Él, extraños o ajenos, sino que somos Su pueblo. Escogidos antes de la fundación del mundo.

Si estás pasando por un momento difícil, piensa en estas tres cosas. Dios te ha salvado, Él es soberano y bueno, y Él es tu porción

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