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Amar. Cuantos libros, canciones, películas se han hecho sobre el tema. Muchos pensadores y filósofos han hablado sobre el amor. Pero cuán dificil, es cuando esa persona querida o tu familia te cuestiona sobre si en verdad les amas. Has oído esta pregunta: ¿me amas?. 

Hoy mientras almorzaba, pensaba en esa pregunta e imaginaba aquel momento cuando Jesús le pregunta a Pedro en tres ocasiones, sobre sí en verdad él le amaba. Que tus padres o tu esposa te pregunten si en verdad los amas, es algo que puedes imaginar y sabrías que responder. Pero cuando se trata del Rey de Reyes...¿qué responderías?

Un amor perfecto versus un amor débil.

Seamos sinceros, el amor de Dios es perfecto, es justo, sabio, santo, bueno, sublime. Pero, -un gran pero- nuestro amor es débil, escuálido, insuficiente, mezquino, indiferente. Así somos, aunque alardeemos que somos muy santos, nuestro amor seguirá siendo débil. !Cuánta amargura y temor tendríamos en nuestra vida, si Dios actuará según la calidad de nuestro amor¡ Pero gracias a Su misericordia, podemos descansar en Su amor y gracia.

Un amor que trasciende el tiempo

El amor de Dios es eterno, Él ha dicho: "Con amor eterno te he amado". Su amor hacia los suyos, trasciende el tiempo y el espacio. Cuando no había tiempo, cuando Dios se encontraba solo consigo mismo, en un gozo perfecto, justo  y sabio, Él ya nos amaba. El nos amó con amor eterno.
De hecho, Él seguirá amando los suyos con amor eterno. Cuanta confianza podemos tener en este amor. El amor de los padres, hijos o del cónyuge puede extinguirse debido a muchas causas, pero el amor de Dios no está condicionado. Él ha decidido amar a los suyos.

Una pregunta sobre tu amor.

Volviendo al inicio, ¿amas a Dios? ¿lo amamos? ¿estamos entregando todo nuestro ser a Él? Aunque nuestro amor sea débil e imperfecto, Él demanda que lo amemos con todo nuestro ser y fuerzas. Amarlo nos es una necesidad pero a la vez un mandamiento. No es algo que puedes dejar para después. Él manda y espera que lo amemos.
Y claro, Él merece nuestro amor. Al contemplar Su grandeza y Sus bondades... cómo no hemos de amarlo.


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