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No tendrás otros dioses delante de mí. (Éxodo 20:3 LBLA)

El primer mandamiento nos demanda a pensar, a glorificar, a desear, a temer, a confiar, a esperar, a deleitarnos y a dar gracias únicamente a Dios. Tal como lo expresa el pastor puritano Thomas Watson: 

"La síntesis de este mandamiento es que debemos santificar a Dios en nuestros corazones y darle prioridad por encima de todos los seres creados" 
Como cristianos, debemos darle la mayor importancia solamente Dios. El mundo invita a todos, a deleitarse en cosas pasajeras, tales como viajes, lujuria, dinero, etc. Sin embargo, Dios demanda a los creyentes a tomar la resolución de servirle y adorarle únicamente a Él, aunque eso signifique sufrir persecución o la muerte misma.

El teólogo Juan Calvino dice: "El fin de este mandamiento es que Dios quiere tener Él solo preeminencia en su pueblo y desea gozar por completo de su privilegio [...] Así que al prohibirnos que no tengamos dioses ajenos, quiere darnos a entender que no atribuyamos a otro lo que le pertenece a Él como derecho exclusivo".

Los dioses que menoscaban la gloria del Dios verdadero, pueden ser objetos inanimados, personas, y animales. Todo aquello que el hombre exalta, adora, venera, y ama más que a Dios, es un ídolo.

Las posesiones, la familia, el dinero, el deporte, etc. Todos estas cosas vienen de la mano del Señor, pero pueden convertirse en pecado cuando pasamos por alto el primer mandamiento. Si lo que Dios nos da es más importante que Él mismo, entonces somos idólatras. 

¿Qué domina tus pensamientos, tus metas, tus conversaciones? ¿Qué es lo más importante para ti? ¿Qué o quién es el primer amor de tu vida?

Debemos meditar en el primer mandamiento, y en su importancia para nuestra vida cristiana. Definamos hoy si verdaderamente hay algún ídolo en nuestro corazón y si verdaderamente honramos únicamente al Dios Todopoderoso y Sublime: Jehová 

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