El día de hoy, tuve una pequeña sorpresa y es que encontré una araña muy grande en casa. Lo curioso, es que hace unas semanas mientras estaba por salir, vi una pequeña araña en el piso y pensé: "Debería deshacerme de ella, pero no tengo tiempo". El resultado: encontrar una araña más grande y espeluznante. Hoy no dudé en hacer lo que tenía que hacer.
A menudo nos pasa lo mismo en nuestra vida cristiana, nos encontramos ante pequeñas tentaciones o pequeños pensamientos pecaminosos y decimos: "Bah!, no es tan serio", "no ha pasado nada", "nada de que preocuparse". Pero de pronto, nos encontramos en situaciones lamentables y difíciles. ¿Donde empezó nuestro desliz? En posponer nuestro deber.
La Biblia nos exhorta:
Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo (obras de la carne, LBLA), vivirán (Rom. 8:12-13 NVI)
Es evidente, el llamado que Dios hace a su pueblo: Mortificar (hacer morir) los malos deseos. Tan pronto detectemos ese mal pensamiento o deseo, venir rendidos ante el Señor y pedir misericordia.
Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría. (Col. 3:5)
Pero cuando empezamos a tolerar esos pensamientos o actitudes, ciertamente estamos firmando el acta de nuestro declive espiritual. Puede ser que nos consideremos muy espirituales o bíblicos, y digamos que solo es un pensamiento, solo es una idea, que nunca podríamos caer en situaciones pecaminosas. Sin embargo, la mortificación pospuesta se convierte en tristeza a causa del pecado.
¿Cómo mortificar esos deseos o pensamientos que van en contra de la voluntad del Señor? Viniendo diariamente al Señor, en oración, leyendo Su Palabra, teniendo comunión con los hermanos en la fe, ayunando, participando de los sacramentos, etc. En definitiva, haciendo uso de los medios de gracia.
Cada vez que los malos deseos o malos pensamientos lleguen a tu mente, no los toleres como si no se tratará de algo grave. Corre a Cristo, corre a Él y encuentra perdón, fortaleza y consuelo.