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Hay ocasiones en las que el Señor nos inquieta a buscar su gracia y para tal efecto, Él cierra la puerta, obstruye los caminos. Nos detiene, pero no es porque nos haya dejado de amar, sino porque Él desea que le busquemos. Nosotros les llamamos problemas, pero son invitaciones a fortalecernos en Él.

John Piper, en uno de sus libros hace mención de un himno llamado "Conflicto: La luz que brilla en la oscuridad", en una estrofa dice lo siguiente:

"No juzguéis al Señor con vuestros débiles sentidos, 
sino confiad en Él y en su gracia,
Detrás de una providencia que frunce el ceño,
Él esconde su rostro sonriente." [1]

David en uno de sus salmos más emotivos y que nos proyecta una imagen de persecución y angustia, él dice:

El corazón me dice: «¡Busca su rostro!»
Y yo, Señor, tu rostro busco.(Salmos 27:8 NVI)

Ciertamente, no entenderemos lo que Dios está haciendo, pero lo que Él permite en nuestras vidas obra para bien (Ver. Rom. 8:28). Tal como J. C. Ryle dijo: "No hay lecciones más útiles que aquellas que son aprendidas en la escuela de la aflicción". En ese sentido, las dificultades o problemas, son invitaciones especiales a ser renovados en Él, a buscarle y a deleitarnos en Su amor y provisión.

Ya sea en la angustia o la alegría, que siempre podamos regocijarnos en Dios y conocerle.

Agustín de Hipona, escribió:
¡Oh Dios que todo lo sabes! Haz que yo te conozca como tú me conoces a mí. [2]

En cualquier circunstancia, que podamos conocerlo a Él y fortalecernos en su gracia.


[1] La sonrisa escondida de Dios, John Piper
[2] Confesiones, Agustín de Hipona





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