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Luego del bautismo de Jesús, ocurren algunos hechos sorprendentes que son narrados por Marcos, inspirado por el Espíritu de Dios:
1. Los cielos son abiertos
2. El Espiritu desciende sobre Jesús
3. Jesús oye la voz del Padre

Lo que Jesús escucha es: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido”, es interesante notar “la expresión “mi hijo amado” o “mi hijo, el amado (único)”, que viene del Griego “agapetos”. La fuerza de ἀγαπητός (agapetos), es a menudo pertinente para uno que es único en su clase, pero que a la vez es particularmente amado y querido” (L&N 58.53; cf. also BDAG 7 s.v. 1).” [1]

Este amor del Padre al Hijo es único, es parte de la interrelación entre las Personas de la Trinidad. Como apreciamos en el contexto del versículo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo aparecen en un mismo evento.
Según, el EDNT, “el adjetivo (agapetos) es usado en el Nuevo Testamento para describir la relación del Padre con Su Hijo, podemos encontrar paralelos de esto en Marcos 9:7, Mateo 12:6; Mateo 12:18, 2 Pedro 1:17)” [2]

Cristo, es el Hijo unigénito y amado del Padre. Quién hizo todo lo agradable delante de Él. Y todo esto nos lleva a una pregunta ¿cómo nosotros podemos agradar al Padre?
Algunos han respondido esta pregunta, diciendo que:
-Debemos hacer penitencias y sacrificios para agradar a Dios
- Dios puede ser agradado únicamente haciendo el bien al prójimo
- Dios no espera nada de nosotros.

Estás ideas parecen tener un poco de lógica, pero están lejos de las Escrituras. La verdad es que nosotros no podemos agradar a Dios por ningún acto bueno que hagamos. Son loables pero no suficientes para ganar la complacencia del Padre. Aunque demos de comer a todos los niños de Kenia (África) o seamos voluntarios en miles de obras benéficas, jamás eso sería la respuesta a la pregunta: ¿Cómo complacer a Dios?

La respuesta a esta pregunta, es que sólo complacemos a Dios en Cristo Jesús. Fuera de Cristo, todo lo que hagamos no tiene ningún valor eterno y de agrado a Dios.

Son los méritos de Cristo, lo único que pueden hacer de nuestros actos y de nosotros mismos, una ofrenda grata delante del Señor. Es por Cristo que somos aceptados delante de Dios, y por consecuencia, Dios se complace.

Gloria a Jesucristo, el Hijo Amado en quién el Padre se complace.



[1] NET Bible
[2] Exegetical Dictionary of the New Testament (Diccionario exegético del Nuevo Testamento), editado por Horst Balz y Gerhard Schneider.

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