Cuando hablamos sobre meditación, lo primero que viene a nuestra mente es la imagen de una persona sentada, con sus rodillas flexionadas y recitando alguna palabra extraña, esa imagen mental proviene del budismo. Pero eso evidentemente, no es la meditación bíblica. ¿Entonces de qué se trata la meditación bíblica?
La meditación bíblica, es pensar detenidamente en lo que leemos en las Escrituras. Es hacer preguntas al texto y mirar todos los elementos que componen lo que hemos leído. El fin de esto, no es hacer un estudio, sino apropiarnos mentalmente de lo que estamos leyendo.
Thomas Watson, escribió: "La razón por la cual nuestros afectos son tan fríos a las cosas celestiales es porque no los calentamos al fuego de la santidad de la meditación”. Cuando leemos las Escrituras a menudo lo hacemos por hacerlo, sin detenernos a pensar que hemos leído.
Quienes llevamos un plan de lectura, nos sentimos satisfechos con haber leído, pero olvidamos meditar el texto, perdiendo así una gran riqueza.
En el libro "El Soldado Cristiano", el pastor puritano Thomas Watson nos muestra la importancia de la meditación bíblica:
"La meditación es un ejercicio sagrado de la mente; por medio de la cual recordamos las verdades de Dios, y reflexionamos seriamente sobre ellas y las aplicamos a nosotros mismos. Es una obra que no se puede hacer en una multitud. Un cristiano debe retirarse del mundo, tener pensamientos serios sobre Dios. No deben ser unos pocos pensamientos transitorios que se van rápidamente; sino una fijación y permanencia de la mente sobre los temas celestiales.
Como la abeja chupa la miel de la flor, así por la meditación aspiramos la dulzura de una verdad. No es la recepción de alimentos en la boca, sino la digestión de la misma lo que la hace nutritiva. Así que no es la recepción de las más excelentes verdades en el oído, que nutre nuestras almas, sino la digestión de ellos por medio de la meditación.
Satanás hace lo que puede para impedir este deber. Es un enemigo de la meditación. Al diablo no le importa lo mucho que leemos, siempre y cuando no meditemos en lo que leemos. La lectura engendra conocimiento, pero la meditación engendra devoción.
!Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación.
Sal. 119:97
La sagrada meditación acelera los afectos. La razón por la cual nuestros afectos son tan fríos a las cosas celestiales es porque no los calentamos al fuego de la santidad de la meditación. Así como la meditación sobre objetos mundanos hace arder el fuego de la lujuria; y la meditación sobre las heridas hace arder el fuego de la venganza; así, meditando en las trascendentes bellezas de Cristo, haría que nuestro amor a Cristo creciera.
La meditación tiene un poder transformador en ella. La lectura de la Palabra puede afectarnos, pero la meditación sobre ella nos transforma. La meditación marca la impresión de las verdades divinas sobre nuestros corazones. Meditando en la santidad de Dios, crecemos santos. Mientras meditamos, miramos la pureza de Dios, y somos cambiados a Su semejanza.
La meditación produce reforma. ¡Si los hombres pasaran un cuarto de hora cada día contemplando los asuntos celestiales, les dejaría una gran impresión!" [1]
Consideré mis caminos,
Y volví mis pies a tus testimonios.
Salmos 119:59
Las palabras del pastor Watson son desafiantes para una época en la cual queremos que todo sea instantáneo y sin trabajo. Queremos que leer la Biblia como se lee el periódico, es decir sin reverencia, sin amor y meditación. Ese tipo de lectura, no producirá ningún fruto en nosotros.
¡Meditemos en las Escrituras!
..." no es la recepción de las más excelentes verdades en el oído, que nutre nuestras almas, sino la digestión de ellos por medio de la meditación."
[1]The Christian Soldier, or Heaven Taken by Storm, Thomas Watson, 1669