Hablar del sufrimiento es delicado puesto que hay experiencias desgarradoras y que han causado conmoción en muchas personas. Sin embargo, debemos hablar este tema a la luz de las Escrituras.
La teología de la prosperidad, enseña que los cristianos deben gozar de riqueza, tranquilidad y salud. De hecho, afirman que Jesús murió para que nosotros no padezcamos y que todo el dolor, la pobreza y la enfermedad vienen del diablo. De modo que, los cristianos no deberíamos sufrir puesto que estamos en Cristo.
Pero esta perspectiva teológica tiene muchos vacíos y muy importantes, ya que al acercarnos a las Escrituras nos encontramos con muchas personas (cristianas) padeciendo hambre, calumnias, enfermedad, persecución y muertes violentas. Es más, nuestro Señor Jesucristo dijo: "Los zorros tienen cuevas donde vivir y los pájaros tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza." (Mateo 8:20 NVI). Nuestro Señor, en Su humanidad experimentó el dolor y la muerte como cualquiera de nosotros.
Entonces, ante tal evidencia ¿por qué algunos -si no es que muchos - cristianos piensan que que no deben sufrir?
D. A. Carson en su libro "How Long, O Lord?: Reflections on Suffering and Evil", nos muestra cinco razones por las cuales los cristianos asumen que debemos ser inmunes a la maldad y sufrimiento. Algunas de las razones son:
a. Podemos equivocarnos en el equilibrio de las Escrituras. Recordamos los maravillosos triunfos de José, Gedeón y David; meditamos continuamente en la curación milagrosa del hombre ciego de nacimiento, o en la resurrección de Lázaro. Estamos menos inclinados a pensar en los sufrimientos de Jeremías, las constantes dolencias de Timoteo, la enfermedad de Trófimo o el aguijón en la carne de Pablo. Un hombre justo como Nabot perece bajo cargos inventados (1 Reyes 21). Los "buenos muchachos" no siempre ganan.
Es importante notar que podemos estar infectados por una versión piadosa del triunfalismo crudo que prevalece en gran parte de la cultura porque no hemos tenido cuidado de seguir el equilibrio de la Escritura.
b. Podemos sucumbir a la aglomeración de lo urgente. Pensamos que si Dios va a aliviar nuestros sufrimientos, debería hacerlo inmediatamente. Cualquier retraso vicia sus promesas. Vivimos en un mundo acelerado, y queremos que Dios responda con la misma eficiencia que esperamos de las computadoras de alta velocidad. No estamos inclinados a pensar en las demoras en las Escrituras: los cuarenta años de Moisés en el desierto, el retraso de veinte o más años antes de que José sea vindicado, la angustia incluso de los santos debajo del altar (Apocalipsis 6: 9-10). Pero Dios no está limitado por nuestros pequeños horarios. Aunque está comprometido con el bien de su pueblo, entiende que las demoras no siempre son malas. Además, si caminamos con Dios el tiempo suficiente, comenzamos a aprender la lección por nosotros mismos: miramos hacia atrás desde una perspectiva más larga y comenzamos a apreciar que el tiempo de Dios es el mejor. Entonces podemos maravillarnos de nuestra propia impaciencia. Nos parecemos mucho a los niños, y cada una de sus peticiones está marcada con el mensaje "¡Ahora!"
c. Algunos de nosotros malinterpretamos una cantidad de textos importantes. Por ejemplo, Romanos 8:28 dice: "Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito". Si interpretamos "el bien de los que lo aman" en formas egoístas y materialistas, nos perderemos por completo el punto del pasaje.
En el contexto, son las cosas malas del mundo que están aquejando al pueblo de Dios, parte de los gemidos de todo el universo siendo entregado a la muerte y la decadencia (8:22ss), y culminando en la persecución del pueblo de Dios. Lo que el pasaje nos promete, entonces, es que en medio de tanta miseria, podemos estar seguros de que Dios está obrando "por el bien de los que lo aman". Ese tipo de promesa tiene que tomarse en la fe, la fe que es fuerte por la prueba que Dios ya nos ha dado de su amor por nosotros, la prueba que es nada menos que el regalo de su Hijo (8: 31-32). No hay nada en el texto que nos prometa un tiempo fácil, o una salida rápida de los gemidos a los que todo el universo da rienda suelta.
d. Muchos de nosotros no hemos reflexionado adecuadamente en la cruz. Hemos estado acostumbrados a pensar en la cruz como el medio de nuestra salvación; no hemos pensado mucho sobre lo que significa tomar nuestra cruz y morir diariamente, o llenar los sufrimientos de Cristo. [1]
En resumen, los cristianos no seremos de ningún modo inmunes al sufrimiento, y en muchos de los casos serán dolores que nos llevarán al quebranto. Pero en medio de todo esto, no debemos olvidar que Dios está obrando en nosotros y que Él nos sostiene para gloria de Su Nombre.
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