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Cristo enunció los dos mandamientos de los cuales depende toda la ley y los profetas (véase Mt. 22:37-40). El amor es un distintivo del creyente genuino, el cual va más allá de simples palabras, actos religiosos o simple cordialidad.
El apóstol Juan dice lo siguiente:


Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
(1 Juan 3:14-16)

Veamos detenidamente estos versículos:

"Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida"
Cuando el apóstol dice "nosotros" se refiere a los seguidores de Jesucristo, a todos aquellos que por gracia han atendido el llamado a seguir de cerca al Maestro. Y tales seguidores "sabemos", es decir estamos conscientes interiormente, es algo que trasciende el intelecto, no hay sombra de duda de que "hemos pasado de muerte a vida".
Sin embargo el texto nos lleva a una deducción, la cual es que si hemos pasado de muerte a vida, amamos a nuestros hermanos.

"En que amamos a nuestros hermanos"
Dios es amor ( 1 Juan 4:8) y los que son regenerados por Su Espíritu, reciben una nueva naturaleza. El hecho de amar a los hermanos es prueba de esa naturaleza.
Dicho amor a nuestros hermanos y al prójimo es evidencia de nuestra salvación y de que el Espíritu Santo obra en nosotros, haciéndonos producir fruto (cf. Galatas 5:22a). Este amor no lo puede conocer el mundo pues viene de Dios y solamente aquellos a quienes Él llama pueden experimentarlo.

"El que no ama" a su hermano da evidencia que aún sigue muerto. El texto va más allá y dice: "Todo aquel que aborrece a su hermano", es necesario considerar el significado de aborrecer, el cual es: Sentir un gran rechazo o antipatía hacia una persona o cosa.
Aquel que rechaza, detesta  a su hermano "es homicida".
Homicida, no necesariamente de hecho, pero si de disposición interior. Por lo tanto aborrecer equivale a asesinar y ningún asesino tiene vida en Cristo o relación alguna con Él.

Por todo lo antes mencionado, amar a nuestros hermanos en Cristo es evidencia que el poder del Espíritu ha obrado y obra en nosotros para imitar el amor de Jesucristo "quien puso su vida por nosotros".

Es nuestro llamado a amar al grado que pongamos "nuestras vidas por los hermanos" buscando el beneficio de los demás a costa del nuestro para la gloria de Dios.

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