Hay una necesidad de cada día recordar esta premisa: "soy propiedad de Jesucristo". El porque de esto se debe a que el creyente parece olvidar que su vida, que sus bienes, que todo lo que tendrá o llegue a ser, le pertenece a Dios.
Ya no vive para sus intereses propios, ahora vive para Cristo, vive para Su gloria. Puesto que "el fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre". No hay otro fin mas supremo que ese, el conocer y vivir para Cristo, glorificarlo en vida y muerte.
El apóstol Pablo dice lo siguiente:
Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. (Rom 14:8)
El Catecismo de Heidelberg (1563) enuncia lo siguiente:
.1. Pregunta: ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?
Respuesta: Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, que me libró del poder del diablo, satisfaciendo enteramente con preciosa sangre por todos mis pecados, y me guarda de tal manera que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un solo cabello de mi cabeza puede caer antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación. Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna y me hace pronto y aparejado para vivir en adelante según su santa voluntad.
Pertenecer a Cristo debe llenarnos de consuelo y de gozo. El es nuestro Amo y nuestro Rey. Gloria a Dios.