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Parece ser una tendencia en muchos cristianos el deseo de ser aprobados por el mundo, muchos viven angustiados por que desean encajar, en un mundo torcido y lleno de perversión.

Las motivaciones para esta actitud pueden ser muchas pero todas parecen proceder de una misma fuente, un corazón no regenerado, que se ha engañado así mismo. Juan en su primera carta declara: "No améis al mundo".

Por mundo debemos entender que nos referimos a la esfera del mal que funciona bajo la impiedad y el príncipe de las tinieblas. Dicha esfera se compone de valores antibiblicos (liberalismo, post-modernismo, desmoralización sexual, etc).

Cuando buscamos la aprobación de este mundo estamos rechazando a Dios. Cuando flexionamos la regla infalible de fe (las Sagradas Escrituras) ciertamente nuestros corazones están en tinieblas.
El verdadero creyente debe recordar que:
- Jesucristo fue rechazado por el mundo
- Jesucristo oro por sus discípulos para ser guardados en el mundo.
- Jesucristo dijo que "no somos del mundo, como tampoco Él es del mundo".

¿Por qué buscar la aprobación del mundo cuando de hecho sabemos que Jesucristo fue rechazado?

Lamentablemente, muchos buscan la popularidad, la fama y el confort que el mundo ofrece a cambio de llevar una vida "tibia".
Otros alimentan su megalomanía, predicadores, cantantes han caído en la trampa de este mundo, presentando un evangelio subjetivo, un Dios ajeno a quién es Él en realidad. Un dios que aprueba conductas aberrantes, un dios que no demanda la totalidad de nuestro ser, un evangelio concentrado en hacer sentir bien al hombre.

Que para el creyente genuino las siguientes palabras sean una insignia:


Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la

voluntad de Dios permanece para siempre. - 1 Juan 2:17

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| Rediseñado por Kenson González|Template tomada de Colorlib