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La doctrina de la soberanía de Dios se encuentra desarrollada en toda la Escritura, tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo Testamento.

Por soberanía se entiende, el absoluto derecho de Dios en gobernar al mundo y hacer lo que le plazca puesto que Él es el Creador. De esta forma, la doctrina de la soberanía de Dios saca el destino del mundo de las garras del azar o de la fortuna. La posibilidad de accidentes o casualidades no existen. Todo sin excepción está bajo su control, y su voluntad es la razón fundamental de todo lo que acontece. El cielo y la tierra y todo lo que en ellos hay son los instrumentos a través de los cuales Él lleva a cabo sus propósitos.

Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Daniel 4:35)

Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti;
(Jeremías 32:17)


Toda la creación pertenece a Dios, no hay ningún rincón en ella que no le pertenezca. Es soberano sobre todo y todo lo declara suyo. Su soberanía está unida a su infinita sabiduría, santidad y amor. Y está doctrina, cuando es bien comprendida nos trae gran consuelo y seguridad.

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