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"Scriptura sacra sui ipsius interpres"

La Escritura Sagrada es intérprete de sí misma.


Los reformadores alzaron su voz contra el Catolicismo Romano, ya que mediante la autoridad de su magisterio, decidían la interpretación verdadera, infalible de la Escritura. Al día de hoy la posición oficial de la Iglesia Catolica Romana no ha variado, ya que solamente el magisterio tiene la palabra final en la determinación del significado de cualquier texto bíblico.

Sin embargo los reformadores aseveraban con determinación que en cuanto a la interpretación de la Escritura, la autoridad final no es la Iglesia sino la propia Escritura.

Se daba así a entender que ningún pasaje bíblico ha de estar sometido a la servidumbre de la tradición o ser interpretado aisladamente de modo que contradiga lo enseñado por el conjunto de la Escritura.

Con este principio, se establecía la base del libre examen, del derecho de todos los fieles a leer e interpretar la Biblia por sí mismos. Pero esta libertad de examinar, no se refiere a la facultad absurda de interpretar la Escritura como al lector le plazca o convenga. El libre examen, cuando se ejerce con seriedad, implica un juicio responsable sujeto a los principios de interpretación sanos.

Observar tales principios es el único modo legítimo de determinar el significado de cualquier pasaje de la Biblia. Y cuanto más oscuro o ambiguo sea un texto tanto más deberá extremarse el rigor interpretativo con que se trate. No hay otro camino.

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