No hace muchos días pensaba en cuán rápido pasa el tiempo, no hace poco era el año 2000 y ahora estamos más cerca de cumplir otra década en este nuevo siglo. Nuestros cuerpos nos dicen que ya no somos aquellos niños de 10 años, nuestra realidad nos muestra que lo que antes considerábamos una utopía ahora es un hecho concreto (basta ver los nuevos electrodomésticos o dispositivos multimedia que salen al mercado).
Los años pasan pero ¿estamos creciendo espiritualmente? Es una pregunta que podríamos evadir o responder de manera vaga. Sin embargo las Escrituras nos instan a crecer:
Antes bien, CRECED en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo(2 Pedro 3:18a)
Crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Salvador, es algo muy esencial para el creyente. Pero ¿cómo se que estoy creciendo espiritualmente? Pues podríamos dar muchas respuestas, pero todas se derivan de que nuestra vida refleje el fruto del Espíritu. Dicho de otro modo, nuestro crecimiento espiritual, no se muestra tanto en cuanto decimos, o cuanto sabemos acerca de los temas bíblicos, más bien se refleja en las intenciones y acciones que tenemos día con día.
¿Por qué no crecemos espiritualmente?
Los niños y niñas que tienen una buena alimentación tienen un mejor desarrollo físico, por otro lado aquellos niños y niñas que consumen comida "rápida" en exceso tienen muchos problemas de salud.
De manera similar nuestro crecimiento espiritual proviene de Dios a través de formas como: la oración, la lectura de la Biblia, la comunión con otros hermanos, etc.
Estos medios de gracia, son los que nos ayudan a crecer, descuidarlos o dedicarnos a otras cosas nos conllevan a una atrofia espiritual.
Los hombres que Dios usó por su determinado consejo y para su gloria, tenían estás cosas en común, el uso de los medios de gracia. Nosotros, independientemente si tenemos un labor ministerial o no, debemos hacer uso de ellos.
Sí habíamos descuidado la oración, la lectura de la Biblia etc hoy debe ser el día en que retomemos el camino hacia nuestro crecimiento espiritual. Que nuestra vida cristiana no sea solamente intelectual (sabiendo mucho) sino que también refleje el fruto del Espíritu para gloria de Dios.