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Hoy en día existe una gran cantidad de libros, conferencias, cursos y audios sobre cómo tener éxito, como encontrar las llaves para ser feliz, cómo influir a los demás, etc y son muchas las personas que se avocan a estos recursos para encontrar una manera de alcanzar el éxito y la plenitud. Aún en el ámbito cristiano, son muchos los escritores que han publicado obras de “autoayuda” con un tono más “espiritual y bíblico”. Sin embargo, los que leen estos recursos (seculares o no) tarde o temprano descubren que no todo sale como esperan, que el éxito se les escapa de las manos.

Cuando esto sucede, son muchos los que dicen: “Pero si yo confío en Dios, se supone que debo ser alguien exitoso, se supone que no debería estar pasando este tipo de situaciones”. De tal modo que estas palabras, más que reflejar tristeza, reflejan un tono de acusación a Dios.

Si eres de los que piensa que “todo debe salirte bien, porque eres cristiano”, debo decirte que no es así, es muy posible que las cosas te salgan como no habías pensado. Quizás dicha percepción “súper-optimista” se deriva de muchas enseñanzas o libros (en su gran mayoría de autores del movimiento palabra de fe) que nos motivan a creer que podemos ser muy exitosos, de hecho, que la felicidad es nuestro destino en esta tierra. Y honestamente, a cualquiera de nosotros nos encanta esa idea. Pero, sin ánimo de ser un “aguafiestas” recalco una vez más, que tales enseñanzas no se apegan al testimonio que encontramos en las Escrituras.

Veamos que nos muestra la Biblia acerca de confiar en Dios y sus implicaciones en nuestro éxito o felicidad:

Abraham: Viajar hacia un lugar desconocido
El SEÑOR le dijo a Abram: Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré (Génesis 12:1)

Una lectura simple de este capítulo doce, podría llevar a algunos a decir: “Wow, que emocionante aventura está por iniciar Abraham, si Dios lo está llamando seguramente todo saldrá “súper-bien”. Toda una aventura con el Señor”. Pero a medida lees la historia de Abraham, te darás que no fue tan “cool” después de todo, hubo sufrimientos de diversa clases, pero el Señor siempre estuvo con Abraham


Vayamos al Nuevo Testamento:

Esteban: Piedras, la recompensa de un sermón.

El libro de Hechos registra el magnífico sermón de Esteban (puedes leerlo en Hechos 7:1-53), luego de leer ese sermón podríamos esperar aplausos, los oyentes dando gloria a Dios, sin embargo el relato nos dice que Esteban recibió piedras, si, literalmente piedras:

“Entonces ellos, gritando a voz en cuello, se taparon los oídos y todos a una se abalanzaron sobre él, lo sacaron a empellones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo.” (Hechos 7:57-58a)

Son dos ejemplos de que confiar en Dios, no significa que todo te saldrá siempre de maravilla y que tu vida será llena de riquezas, fama, gloria y muchas cosas más. No, no, no, esa idea ha sido propagada por “cristianos” que han querido hacer de la vida cristiana, algo que no es.

Estimado lector, confiar en Dios, en su más sencilla definición significa que: Pase lo que pase, El Señor está a cargo. Abraham, Esteban, y muchos personajes más en la Biblia y durante la historia han comprendido que Dios tiene y sabe lo mejor para cada uno de nosotros. Que debemos vivir bajo la consigna de Job: “El Señor así ha querido” (Job 1:21), los “super-optimistas” podrán tachar esa consigna de conformismo, pero la Biblia nos enseña que eso efectivamente es confianza plena en Dios.

Al confiar en el Señor, Él nos llevará a donde Él quiere que vayamos, nos sostendrá en momentos de calma y de tempestad, nos dará su gracia para obedecer su Palabra cada día.

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