y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.(1 Tesalonicense. 1:10) RVR1960y esperar del cielo a Jesús, su Hijo a quien resucitó, que nos libra del castigo venidero. (NVI)Dios hizo que él resucitara para salvarnos del castigo que él dará a los pecadores en el día del juicio. (TLA)
Las Escrituras nos enseñan claramente que hay
un día llamado el día del juicio, en el cual, las naciones serán juzgadas, y
Dios verterá Su ira sobre los impíos.
Esto nos lleva a una pregunta, ¿cómo es esa
ira que está por venir?
No es la ira finita de la más temibles y
feroces criaturas, no es la ira de leones, osos, tigres, lobos u otros animales
salvajes, no es la ira del hombre más poderoso y tirano sobre la tierra, quién podría excederse en ferocidad y maldad. ¡No!
esta ira venidera, debemos comprenderla como la ira infinita de Dios en contra de
los hombres pecadores. Es una ira sabia, santa, justa y eterna.
Leemos en las Escrituras sobre el vino de la ira
de Dios (Apocalipsis 14:10). Leemos sobre las copas de la ira de Dios
(Apocalipsis 16:1), del cáliz de la ira de Dios (Apocalipsis 14:10), del lagar
de la ira de Dios (Ap. 14:19). Leemos sobre el tesoro de la ira de Dios (Rom.
2:5), de los vasos de la ira de Dios (Rom.9:22). Por estos y otros textos,
debemos entender que esta ira eterna, producirá la más profunda angustia y el
más intenso dolor.
Esta ira que está por venir, es pura: no hay en ella ingredientes
agradables, es feroz y poderosa: ningún hombre o demonio tendrá la capacidad de
ofrecer resistencia, es intolerable y
eterna: un sufrimiento que nunca tendrá fin.
La ira que está por venir, es lo mismo que el
castigo del infierno. Este castigo tiene dos partes: el castigo de la pérdida y el
castigo de los sentidos.
El
castigo de la pérdida: Consistirá en la pérdida de la
corona de gloria y la felicidad del cielo, donde los justos gozarán de la
presencia de Dios.
El
castigo de los sentidos: Consistirá en el más horrible
dolor y tortura, en el más intenso e
inextinguible fuego al cual todos los malvados serán lanzados; la angustia e
impresión eterna de que están desechados por Dios, será el sello de todo hombre
en el infierno, en el cual no habrá receso o libertad por siempre. (Mat. 25:41;
Apocalipsis 14:10-11)