Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo
(1 Pedro 2:11a)
Los cristianos no pertenecemos a esta tierra, aunque aquí tenemos una familia, amigos, hogar, etc. sin embargo no pertenecemos aquí. Nuestro hogar, nuestra familia, nuestro gozo, jamás lo encontraremos en esta tierra.
Somos extranjeros.
Somos extranjeros, porque somos de otra nación, una patria que trasciende a cualquier otra, un reino majestuoso. Los principios y políticas de esta patria, son muy diferentes a los de este mundo.
Pertenecer a esa patria celestial, nos llena de gozo, pero a la vez sentimos un poco de melancolía, porque no estamos en casa, no estamos en nuestro hogar, donde ciertamente encontramos paz y perfecto amor.
Nuestro Rey, nos ha dicho que invitemos a otros a venir y vivir en esta patria celestial, a ser ciudadanos de ese hermoso lugar. La buena noticia, es que podemos tener acceso a este lugar, no por algo bueno, o por cierta suma de dinero. ¡No!, podemos ser ciudadanos de la patria celestial, por la única y perfecta obra de Jesucristo. Él es el camino.
Somos extranjeros, y nos llena de paz saber que aunque el mundo convulsione, hay una patria celestial, esperando por nosotros.
Viviendo como buenos embajadores.
Y como ciudadanos -por la fe en Jesucristo-, de esa hermosa patria, debemos vivir en este mundo, como viviríamos allá con nuestro Rey, es decir, con alegría, con fidelidad, con honestidad, alejado de todo aquello que puede ofender a nuestro Rey. Algunos hombres estiman a sus presidentes, aun cuando ellos son la causa, de que sus naciones estén en decadencia ¿cuánto más no debemos nosotros agradar y amar al Rey de reyes, quién no es un tirano, sino más bien un Rey lleno de amor y justicia? ¿no deberíamos ser buenos embajadores de tan hermosa patria y de tan sublime Rey?
Somos extranjeros, y nuestro viaje acabará el día de nuestro último aliento. Todo quedará atrás, lo terrenal será sustituido por lo celestial, este hogar que perece, será dejado, para vivir en un hogar eterno.
Somos extranjeros, y nuestro viaje acabará el día de nuestro último aliento. Todo quedará atrás, lo terrenal será sustituido por lo celestial, este hogar que perece, será dejado, para vivir en un hogar eterno.