Actualmente la palabra "legalista" es utilizada de manera despiadada y sin uso de razón, llaman 'legalista' a aquel o aquella que busca de Dios, que estudia las Escrituras, que se congrega regularmente, etc. Para la nueva perspectiva evangélica liberal, el legalista es alguien que usa de los medios de gracia, para crecer y así glorificar a Dios.
Pero, ¿que es el legalismo y quién es un legalista?
Nicholas Batzig, define el legalismo como "un intento de añadir algo a la obra terminada de Cristo. Es confiar en algo que no es Cristo y su obra terminada para presentarnos delante de Dios". El pastor Timothy Keller dice en cuanto al legalismo: "El legalismo, busca algo además de Jesucristo con el fin de ser aceptable y limpio delante de Dios."
El legalismo, en última instancia está asociado con el orgullo, ya que nos lleva a pensar que podemos ser más salvos o más amados por Dios, si hacemos algunas cosas 'extras'. El legalismo es un problema del corazón, el cuál puede ser padecido por cualquier creyente. Tony Reike escribe: "El legalismo es un evangelio falso. [...] Es el legalismo que hace que el fariseo mire con orgullo hacia el cielo en presencia de un recaudador de impuestos. Es el legalismo que causa a un misionero en África pensar que Dios está más contento con él que con el hombre de negocios cristiano en América."
El legalismo es sutil.
Luego de estas prácticas definiciones de legalismo, pasemos a ver 5 características del legalista:
Para ver dichas características, vayamos a la parábola muy conocida: "El fariseo y el publicano":
«Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo se puso a orar consigo mismo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros— ni mucho menos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo.” En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” »Les digo que éste, y no aquél, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.» (Lucas 18:10-14 NVI)
En base a la parábola antes mencionada podemos ver 5 características de un legalista.
1- Frecuentemente se alaba a sí mismo: Alaba sus virtudes, sus aptitudes, sus conocimientos, sus acciones, todo lo que él es.
2- Se compara con otros para sentirse mejor: Vive de las comparaciones. Él no es como otros, él es mejor. Él es más espiritual, él es más sabio.
3- Impone normas a otros para que las cumplan pero él no está dispuesto a cumplir: Los Fariseos y escribas eran observadores celosos de la Ley, pero también imponían dogmas o interpretaciones que no tenían relación alguna con la Ley. Del tal modo que Jesucristo, les dice: "¡Ay también de vosotros, intérpretes de la ley, porque cargáis a los hombres con cargas difíciles de llevar, y vosotros ni siquiera tocáis las cargas con uno de vuestros dedos." (Lucas 11:46)
4- Sirven a Dios para ser reconocidos: El Fariseo hacía muchas cosas buenas, ayunaba, oraba, diezmaba, etc. Pero él no lo hacía en agradecimiento y adoración a Dios, sino que él esperaba ser reconocido y aplaudido por los demás.
5- No reconocen sus errores: Pocas veces los oirás admitir sus errores delante de los hombres. De algún modo, el orgullo ha cegado sus corazones, haciéndoles creer que todo lo que hacen es correcto.
Cualquiera de nosotros podemos caer en el legalismo, creyendo que, lo que hacemos podría hacernos más aceptos delante del Señor o que somos mejores que otros. Ante tal peligro, es necesario examinarnos y ver si hay legalismo en nosotros. No sea que estemos siendo en algún modo como aquel fariseo, sin darnos cuenta. Dios que nos ayude cada día.
Nos haría bien recordar estas palabras, cuando el legalismo quiera invadir nuestros corazones:
sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. (1 Corintios 1:27-29)
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