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Cuando se habla de santidad, se tiende a tratar con las formas, es decir de cómo nos vestimos, como hablamos y qué tipo de comportamiento tenemos ante las demás personas. Sin duda que esto es muy importante. Pero la santidad, es más que una conducta intachable, es un asunto del corazón.

Es posible que nuestras acciones sean limpias, pero nuestro corazón esté lleno de podredumbre. Es por ello que Jesús trata con el corazón primeramente.
Habéis oído que se dijo a los antepasados: “No mataras” y: “Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte.” Pero yo os digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: “Raca” a su hermano, será culpable delante de la corte suprema; y cualquiera que diga: “Idiota”, será reo del infierno de fuego [...]
Habéis oído que se dijo: “No cometeras adulterio.” Pero yo os digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón. Y si tu ojo derecho te es ocasión de pecar, arráncalo y échalo de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. (Mateo 5:21-22; 27-29)

Para los fariseos la observancia de la Ley era cumplida de una forma externa, por tal razón a menudo Jesús repudia la actitud hipócrita de aquellos que juzgaban a otros cuando sus corazones estaban mal delante de Él. 

Jesús conocía el corazón de cada uno de ellos, ninguno podía ocultar sus verdaderas intenciones delante del Rey de reyes. Para aquellos, él sólo era el hijo de un carpintero que deliraba, pero Jesús conocía hasta sus más íntimas cavilaciones. 

Es interesante notar que en Mateo 5:21-22; 27-29, está tratando con la Ley desde una nueva perspectiva, para los fariseos el cumplimiento de la Ley era su estilo de vida, sin embargo el Señor sabía que no todo andaba bien. Jesús aborda dos mandamientos, posiblemente unos de los mas controversiales, a saber: "No matarás" y "No codiciarás la mujer de tu prójimo". Para quienes escuchaban las palabras de Jesús, esto se trataba de una interpretación novedosa.

Cualquiera de ellos, podía jactarse de nunca haber asesinado a alguien o de codiciar la mujer de otro, sin embargo, Jesús va más allá. Jesús confronta sus corazones.

a) No matarás: Jesús enseña que la ira y palabras insultantes en contra de nuestro prójimo es similar a matar.

Llamar a un hermano raca (un término arameo de desprecio) es responder ante el Sanedrín. Lamsa, quien traduce el Nuevo Testamento de las fuentes arameas, dice que raca significa "te escupo". Llamar a un hermano mōros ("tonto")[traducido en LBLA como "Idiota"] es estar "dirigiéndose directamente al fuego de la destrucción" (Phillips). El tonto en el pensamiento hebreo no era el intelectualmente incompetente sino la persona que era moralmente deficiente. Este tipo de tonto vive como si no hubiera un Dios a quien debe dar cuenta de su libertinaje (véase Salmos 14: 1). Algunos han sugerido que mōre (vocativo: "tonto") debe entenderse como una transliteración del mōreh hebreo ("rebelde" o "apóstata", véase Salmos 78: 8). En cualquier caso, este cuestionamiento del carácter esencial de un hermano tiene resultados nefastos. [1]

¿No es cierto que cuando estamos llenos de ira, tienden a salir de nuestras bocas algunas palabras fuertes e hirientes? ¿No es eso lo que Jesús está tratando de abordar? Posiblemente ninguno de nosotros ha tenido que ver con un homicidio, pero ¿cuántas veces hemos dañado a nuestro hermano innecesariamente? ¿cuán a menudo por nuestra vanagloria hemos dichas palabras ofensivas y burlescas para dañar a nuestros hermanos en la fe? Tengamos en cuenta que Dios no se toma a la ligera este asunto.


b) No codiciarás la mujer de tu prójimo
Jesús ahora enseña que la mirada lujuriosa en sí misma es una forma de adulterio. Al identificar la lujuria con la acción, hace caso omiso de "la distinción bien desarrollada de los escribas entre la intención y la acción" (Stendahl, página 776). Aunque el acto de adulterio puede tener consecuencias sociales mucho más graves (la pena según Levítico 20:10 es muerte para ambas partes), el deseo intencional de despertar la lujuria es igualmente pecaminoso a los ojos de Dios. No existe un límite bien marcado entre el deseo y la acción. La mujer en cuestión probablemente sea tomada como una mujer casada ("la esposa de su prójimo", Éxodo 20:17).
Tan importante es la pureza interna (ver Mt. 5: 8) que sería mejor sufrir la pérdida de un ojo o de una mano y entrar en el cielo ciego o desmembrado que entrar al infierno con todos los miembros. Jesús no está enseñando alguna doctrina masoquista de automutilación con fines espirituales, ni está sugiriendo que la manera de hacer frente al mal deseo sea infligir una cirugía física radical. Las imágenes enfatizan la importancia crucial de tomar todas las medidas necesarias para controlar las pasiones naturales que tienden a perder el control. [2]

Jesús avanza en su enseñanza, y quiere dejar claro que no hay distinción entre la intención y la acción. Observar a una mujer (o un hombre, en el caso de las mujeres) es cometer adulterio. Seguramente no tendremos ningún contacto íntimo con dicha persona, pero nuestra mente se ha contaminado por deseos que no han sido sujetos a la voluntad de Dios. 

¡Cuánto debemos observarnos a nosotros mismos! ¡Cuánto debemos examinarnos a nosotros mismos!

Jesús no sólo busca una apariencia de piedad, si no un corazón que honre y obedezca sus mandamientos para gloria de Él. ¿No debe motivarnos todo esto, para ir a buscar al Señor y que nos de Su gracia para luchar contra el pecado? Oro para que así sea. 




[1]Mounce, R. H. (1991). Nuevo comentario bíblico internacional: Mateo (45). Peabody, MA: Hendrickson Publishers.

[2] Ibíd 

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