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Existen muchas cosas que podemos conocer por medio de diferentes herramientas o dispositivos. Actualmente, se cuenta con grandes telescopios y satélites para explorar el universo, también existen potentes microscopios para observar el mundo de las partículas. 

A cada cierto tiempo, los expertos que utilizan estás herramientas dan a conocer sus descubrimientos, causando asombro y preguntas en sus oyentes. El conocimiento sobre el universo a macro o micro nivel, siempre nos resultará cautivante. ¿Existe algo mas deslumbrante que conocer nuevas estrellas, galaxias, tejidos, partículas, átomos? Si, existe algo más sublime.

Esta mañana leía Mateo 16:15-17:
 “Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” les preguntó Jesús. Simón Pedro respondió: “Tú eres el Cristo (el Mesías), el Hijo del Dios viviente.”  Entonces Jesús le dijo: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos. (NBLH)
Pedro, el apóstol que sería recordado por su sagacidad, temperamento y obra misionera, hace una afirmación que no viene de sus investigaciones personales, ni de una conferencia teológica. Él afirma: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente".

Esta expresión de Pedro, no solo afirma que Jesús es el Mesías prometido sino que también es un reconocimiento de la naturaleza divina de Jesús.  Jesús es mayor que los profetas. De hecho, Pedro le llama el Hijo del "Dios viviente", dicha expresión se asignaba al verdadero Dios para distinguirlos de ídolos o representaciones paganas de la divinidad. 

En resumen, Pedro hizo una de las declaraciones más grandiosas. El apóstol expresó la plena certeza de que Jesús era el Mesías largamente esperado. Otras personas podían opinar muy diferentes de él, pero Pedro y los demás estaban satisfechos y no se avergonzaron de confesarlo.

Pero aún no llegamos a la parte más maravillosa.

Jesús le dice a Pedro -parafraseando-: "Pedro, eres dichoso, lo que has afirmado, no te lo ha dado a conocer nadie, sino mi Padre". El conocimiento que Pedro tenía de Cristo era un don del Padre. ¿No te parece increíblemente maravilloso?

Ningún conocimiento puede compararse. Conocer a Jesús, es la mayor dicha que el hombre y la mujer pueden tener, pero éste conocimiento no viene por medio de esfuerzo humano sino que es una obra de gracia. Es Dios quién interviene para que le podamos conocer a Él (ver Juan 6:44, 65; 10:29). Es Dios quién va al encuentro de nosotros y se da a conocer, para que le sigamos y reconozcamos como el Dios viviente. Él se da a conocer a nosotros, y nosotros somos bienaventurados al conocerlo. ¿No es esto grandioso?

Finalmente diré, conocer a Jesús es una dicha que no se compara a conocer todos los misterios del universo, conocer a Jesús es un don celestial ¡Regocijémonos en su gracia!

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