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En algunos momentos de nuestra vida cristiana, llegamos a pensar que somos los suficientemente fuertes, llenos, capacitados, "ungidos", bendecidos para afrontar cualquier tipo de tentación. De hecho, tanta es nuestra confianza, que llegamos a ver a los demás como personas carnales y carentes de fortaleza espiritual. Nos sentimos fuertes y capaces. 

Sin embargo este exceso de confianza, es peligroso.

El apóstol Pablo en la primera carta escrita a la iglesia en Corinto, les advierte que "si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer" (ver 1 Corintios 10:12). Los corintios estaban envueltos en orgullo y muy seguros de sí mismos debido a su conocimiento."Su confianza descansaba en su propia teología más que en una re-apropiación diaria de la gracia divina" (Thiselton 2000: 747). Tanta era su confianza que no tenían ningún inconveniente en participar en actos idolátricos, que eran contrarios a los mandamientos de Dios. Por lo tanto era necesario que el apóstol les advierta. 

Los corintios "estaban tan seguros de que comer carne sacrificada a los ídolos y socializar en los templos paganos eran actividades cristianas completamente aceptables. [Pablo] se dirigió a ellos como personas que estaban demasiado confiados de su posición, incluso arrogantes, recordatorio de la descripción de ellos en 8: 1-2. Se veían a sí mismos como un árbol gigante con raíces profundas, sin ser molestados por un poderoso viento, o como un gran guerrero que se mantiene firme contra todos los que se acercan. Sin embargo, esta no era su situación real. Eran como un árbol frágil y joven recién plantado, completamente vulnerable a las amenazantes condiciones climáticas, o como un nuevo aprendiz rodeado de peligro en su primera batalla. No sabían tanto como creían que lo hacían. Iban a tener que retroceder." [1]

El concepto de ellos mismos estaba fuera de sí, y los estaba poniendo en graves y serios problemas. Que triste es cuando los cristianos, creemos que podemos jugar con el pecado porque nos sentimos muy seguros de nosotros mismos. Un poquito de esto y un poquito de aquello, no me hará daño, soy fuerte. Yo puedo con esto, pensamos. Pero realmente, estamos acercándonos al precipicio del pecado, cuyo fin es falta de gozo y comunión con Dios. Los cristianos no podemos ni debemos jugar con la tentación.

Los creyentes no debemos bajar la guardia ante las diversas tentaciones que vienen a nuestras vidas sino que cada día debemos ejercitarnos en la piedad.

[1] 1 Corinthians: William Baker. Conertstone Biblical Commentary



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