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Recientemente, el cantante Jesús Adrian Romero hizo ciertas declaraciones, que ha dejado a algunos sorprendidos, a otros nos les parece importante y a cierto grupo no les ha inquietado ni sorprendido. Y es que desde hace mucho tiempo, él y muchos más personajes que son reconocidos a nivel mundial como iconos del cristianismo, han dicho o hecho cosas, que van en contra de las Escrituras.


Puedes ver el video con las declaraciones haciendo clic aquí
Por si deseas leer sobre la posición ecuménica de dicho cantante, solo clic aquí.

Pero dejando eso a un lado –no porque carezca de importancia- hoy pensaba sobre el daño que podemos hacernos a nosotros mismos, cuando nuestra mirada se fija en un pastor, cantante, maestro, etc. 

Admiramos tanto a esas personas, que llegamos a pensar que son infalibles, totalmente intachables, inerrantes, casi-ángeles, sin embargo, cuando éstos fallan y echan por la borda los principios bíblicos para ganar fama o reconocimiento, todos aquellos que les siguen de cerca, son perjudicados (y en el peor de los casos, ellos asimilan esos errores como verdades). Como un “efecto domino” el error perjudica o se asienta como verdad en los corazones.

¿Qué hacer ante estas situaciones?


Entendamos que son hombres.

Debemos recordarnos, que estos pastores, compositores, etc, son hombres que al igual que nosotros, luchan con las mismas pasiones, son de carne y hueso, no son etéreos. Pero, reconocer este hecho, tampoco debe llevarnos a pasar por alto sus errores y malos ejemplos.


Ejerzamos el discernimiento.

Discernir: Distinguir por medio del intelecto una cosa de otra o varias cosas entre ellas.


Sepamos reconocer las marcas de un siervo de Dios, por medio de las Escrituras.
Preguntémonos:


  • ¿Concuerdan sus predicaciones con todo el consejo de la Biblia?
  • ¿Las letras de sus canciones se apegan a las Escrituras?
  • ¿Su opinión respecto a asuntos cotidianos y seculares, es fundamentada en las Escrituras?. 

Eso es discernir, contrastar todo acto y pensamiento, con la palabra de Dios.


Evitemos la idolatría.


Lo he dicho en un par de ocasiones, la idolatría va más allá de imágenes y estatuas , también puedes idolatrar un pastor, un cantante, etc. Todo aquello que desplace a Dios y a Su palabra a un segundo lugar, es un ídolo. Evita pensar que tal maestro, pastor, cantante, es infalible, que no hay otro como él, que lo que él dice es la verdad, que lo que él canta es lo más espiritual.

No y no, estimado lector: la verdad está en las Escrituras.

¿Podemos imitar los buenos ejemplos? Claro que sí, Pablo escribe: “Sed imitadores de mi”, pero su idea no se detiene ahí, él agrega “así como yo soy imitador de Cristo”. Imitar la piedad, el conocimiento de las Escrituras, el amor a Cristo, el celo por Su palabra, etc, son cosas que nos edifican.

Y por último…

Pon tu mirada en Cristo.

(Hebreos 12:2)

¿Encontraremos tacha, error o falencia en el Cordero de Dios? Absolutamente no. Él es digno de seguir, de amar con todas nuestras fuerzas, de reverenciar y de adorar. Sí nuestra mirada está en Cristo, podemos:


  • Evitar cualquier frustración cuando falla un hombre a quién admiramos.
  • Encontrar gozo y plenitud solamente en Él.
  • Discernir, Cristo es el estándar más sublime.


No nos sorprendamos de lo que estamos viendo en estos tiempos, la apostasía sigue creciendo, pero también la verdad gloriosa del Evangelio seguirá creciendo y trayendo al conocimiento salvífico a muchos. Busca las Escrituras, busca a Jesucristo.



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